
Erase una vez en un lugar muy lejano llamado San Goloteo El Grande (porque también había San Goloteo el Chico) un tornillo que se sentía muy solo, muy solito, pero muuuuuuuuuuuuy solito, y no tenía nada que hacer. Lloraba porque no tenía donde encajar sus pequeños embonitos. La vida le daba igual. Todos los días se engrasaba para lucir negro y brillante todo el tiempo y encontrar a otro tornillo con quien platicar. Si, le gustaba socializar con tornillos, para ponerse hasta atrás con las terribles bombas de propano que tanto le gustaban al tornillo, pero a pesar de ser sociable, estaba sólo. Le faltaba su tuerca.
Intentó buscarla desesperadamente por todos lados. Le gustaban todas, todas la tuercas de cualquier tamaño, grosor y medida. Le daba igual una gorda que una flaquita, lo que quería era una tuerca para él.
Un día, cuando paseaba por la plaza, vio venir a una tuerquita bien formadita. Con un hexágono perfecto y moldeado. Un centro muy bien engrasado y lo suficientemente abierto para embonar en él. El tornillo, dándose cuenta de esto, no dudo un instante y tomó su mejor pose y empezó a caminar hacía ella y le dijo:
- Señorita tuerca ¿puedo acompañarla?
Y tal caballerosidad sorprendió a la tuerca que nunca había visto tal cosa con su único ojo. La tuerca asintió a la invitación y empezaron una relación muy bonita y natural.
Pasaron los meses, el tornillo y la tuerca eran inseparables. Juntos erigieron edificios, unieron grandes inventos, crearon millones de maravillas, perduraron en todo lo que hacían por que estaban unidos para la eternidad.
Un día, un hombre fue el que dijo:
- Bendito sea el tornillo para la humanidad, porque sin el tornillo nada en el mundo se podría juntar.
Y empezó la soberbia a apoderarse del tornillo, que ni tardo ni perezoso, empezó a sentirse el protagonista de todos los inventos. La tuerca en cambio, se sentía sola y olvidada. Decidió partir y buscar un lugar mejor para ella. Y se separó del tornillo.
Al instante, todo lo que habían construido juntos se fue abajo, los edificios se cayeron, los inventos dejaron de funcionar, las maravillas se hicieron basura. Todo se había arruinado.
La gente murmuraba:
- El tornillo es el culpable de todo.
En ese momento el tornillo empezó a buscar con desesperación a la tuerca, porque sin ella no podía hacer todas las cosas maravillosas que habían creado. La encontró en otro lugar también lejano, en el Pueblo de San Kastiabro al norte del país, sin embargo, no la encontró sola. Ahora tenía una broca.
MORALEJA
Cada persona tiene una función en la tierra, pero una persona sola no podría conquistar el mundo, necesita de los demás. En el caso de los tornillos, necesitan su tuerca.
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